Como despedida del año, puesto que esta publicación dejará de aparecer hasta el viernes 11 de enero, hablaremos brevemente de una película que si bien no es precisamente nueva, si es una de las que más me han impactado en los años recientes. Estos últimos tiempos ha sido casi imposible para mí ir al cine con regularidad y por eso, salvo alguna excepción, no siempre memorable, casi todas las películas termino viéndolas en DVD. Este fue el caso “El cisne negro”, dirigida por Darren Aronofsky, que desde su aparición me sedujo por dos razones, ambas –me queda claro– poco vinculadas con la película en sí: el título, que me parece sencillamente maravilloso y, desde luego, la presencia de Natalie Portman, quien hasta ahora no me había dejado claro si actuaba bien o no, porque siempre terminaba embobado con su belleza. Conforme avanza la acción consigo olvidarme de ambas razones y me sumerjo en la trama subjetiva e intimista, que en su primer tercio me confunde con la promesa de contarme una historia diferente. Más o menos a la mitad de la película la verdadera trama queda al descubierto. No se trata de la guerra a muerte entre Nina y resto el mundo que se interpone entre ella y sus sueños de triunfo, sino la lucha descarnada de Nina contra sí misma. Ahí, para mi gusto la cinta se desdobla y alcanza perspectivas insospechadas. Uno deja de tener claro que es aquello que en efecto sucede en la realidad y cuáles de las acciones se desarrollan sólo dentro de la cabeza de Nina. Lo magnífico de la película es que muestra, si bien desde un caso patológico, la manera precisa como esto sucede en la realidad cotidiana. Nuestros pensamientos y juicios, nuestra valoración de las intenciones ajenas y la influencia de nuestros prejuicios casi siempre suceden sólo en nuestro interior, pero son tan reales para nosotros que nos llevan a actuar en un sentido o en otro sin importarnos las consecuencias. El cisne negro: Ahora sí puedo decirlo con total certeza: Natalie Portman está espléndida (y hermosa, claro). La producción y dirección, magnífica. La historia, sobresaliente. Pero lo más impactante resulta ser ese nudo en el estómago con que uno termina cuando aparecen los créditos. Me resultó una visión hermosamente poética que ilustra la forma en que uno es capaz de sabotearse a cada paso y destruirse la vida, con la absoluta convicción de que es el mundo el que se interpone entre nosotros y nuestro sueño. En el cisne negro se muestra de manera brutal y descarnada que la gran mayoría de las veces uno mismo resulta ser su peor enemigo. Pasa una muy feliz Navidad y nos leemos de regreso en el 2013.